Conversación de peces
Panagiota Prokopi
La autora: Yota Prokopi nació en Atenas, vive en Europa y se considera una ciudadana del mundo. Le encanta investigar cómo funciona el lenguaje en el cerebro, traducir y escribir historias.
El traductor: Arturo Juan Rodríguez Sevilla
Un rayo de sol se burló y se deslizó a través de los pisos grises de varias plantas y se precipitó en la ventana del quinto piso del Sr. Pensatore e iluminó la oficina del abogado. Después de unos momentos el rayo, después de haber calentado la oficina y el agua en la pecera de la mesita frente a la ventana, salió en busca de otras ventanas. Antes de que otro rayo de sol llegara a la oficina, se escuchó un juego de llaves que abrían la puerta de la oficina vacía y el abogado entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Fue a encender la luz pero antes de apretar el botón miró a la ventana y se dio cuenta de que no necesitaba más luz de la que entraba por la ventana. Fue a su escritorio, dejó su maletín y se arrodilló frente a la pecera para buscar a su pececito. No se les veía por ninguna parte. Miró detrás del naufragio donde guardaban sus huevos y tampoco estaban allí, así que dio un golpecito con el dedo en el tanque, una señal de preocupación que empezó a aparecer en su cara. "¿Dónde podrían estar?" se preguntó a sí mismo. Levantó la otra mano y dio un golpecito con dos dedos. Afortunadamente, su amado pez apareció en la puerta de la torre y el abogado les sonrió. Fueron directamente a su dedo para saludarlo y luego se apresuraron a regresar a sus huevos.
- Así que mis queridos pececitos - dijo el Sr. Pensatore mientras se levantaba y los pececillos le miraba hacia arriba - ¡Entiendo que hoy es el día más importante vuestra vida! Habéis estado nadando juntos en el tanque durante tres años enteros, desde que eráis pequeños, y por fin ha llegado el día en que os convertís en padres. Me doy cuenta de que debéis estar muy ansiosos, así que os voy a tratar hoy -dijo tirando la comida en la pecera -.
Continuó hablando mientras comían: “Sabéis, nunca os he dicho esto pero cuando compré esta pecera, quería llenarlo de montones y montones de peces. Pero cuando os elegí y os traje aquí, primero Artles y luego tú Bravado, supe que vosotros dos seriáis suficientes para la compañía y me olvidé de traer cualquier otro pez. “Ah...” El Sr. Pensatore suspiró y se sentó en su escritorio para ver sus casos.
En la pecera…
- Mira, Bravado, el pobre Sr. Pensatore está triste otra vez... Creo que está llorando.
- "Hmm... humanos... vamos a ver a los niños, es importante que estemos allí cuando eclosionen, quiero ser una de las primeras caras que vean."
- ¡Deja de preocuparte, sólo hay tres caras aquí de todos modos!
- Quiero que mis hijos sepan que nunca los dejaré desprotegidos... Que siempre estaré a su lado y que...".
- ¡Bravado, mira!